Cuando el mundo era aparentemente más sencillo, los pueblos tenían rituales de petición de lluvia. En estas tierras del Alto Aragón hubo muchos.
San Urbez, el abogado de la lluvia de la Sierra de Guara. Tiene su santuario en Nocito en la ladera norte de la sierra. A él acudieron durante siglos, los habitantes de estas tierras para suplicarle lluvias en momentos de grandes sequías.
Una de las mayores rogativas que se celebro en el Santuario de San Urbez fue en 1929, en la que asistieron casi 2000 personas. Llegaron de Angues, San Pelegrin, Radiquero, Otin, Nasarre, Rodellar, Sietamo, Alquezar, etc…El espectáculo era impresionante, labradores que acudían descalzos como sacrificio, grandes banderas procesionales de los pueblos asistentes, cruces parroquiales…varios sacerdotes.
Los fieles veneraron el cuerpo de San Úrbez, exponiéndose a su vista todo el tórax del Santo, a fin de que pudiera ser comprobada la conservación incorrupta desde hacía más de once siglos.
Esa misma noche, llovió.
La pervivencia durante siglos de estos rituales, podía hacer creer en su eficacia. Hablando con los mayores de los pueblos lo confirman. A veces se resistía, como en aquella ocasión que los vecinos de Lecina, hartos de hacerle rogativas a San Martín de La Choca, en el Cañón del Río Vero sin que lloviera, lo ”aventaron” en mitad del camino. A las pocas horas, tuvieron que bajar del pueblo 2 mozos “a toda mecha” a recuperar al santo y dejarlo en su altar, porque bajaba una riada impresionante.
Entonces las cosas eran diferentes y la mente de los hombres y la causalidad de los fenómenos corrían por otros caminos. La fe empujaba las borrascas.